Y en el “aporte” la patente de nuestra identidad, con la responsabilidad propia de la semilla que sabe cómo transformarse en árbol absorbiendo los jugos que la sustentan:
- Como mujeres vivir la jornada con talante de aventura al hacer de la existencia un regazo de cariño y ternura, a imitación de la Madre del Buen Consejo, a quien invocamos como Madre, modelo de mujer contemplativa, que ofrece el don encontrado y del que ha hecho su tesoro.
- Como cristianas sentir a la Iglesia como Madre, y a ella entregarnos como hijas, con la encendida pasión que lo hiciera Agustín.
- Como mujeres cristianas consagradas a Cristo pobre, obediente y casto, hacer de su Evangelio la norma suprema de nuestra vida, leído en perspectiva histórica al compartir con gozo el don que hemos recibido y testimoniar que es Cristo nuestra opción y su misión nuestra tarea.
- Como agustinas, cultivar: la interioridad, búsqueda de Dios, vida comunitaria y servicio a la Iglesia con fidelidad a los signos que la OSA nos dio como logotipo: libro, corazón y fuego y con ellos sumergirnos en los mares infinitos de la niñez y juventud para ilustrar sus mentes y formar sus corazones en la cátedra del amor.
- Como agustinas de hoy convertir en hogar nuestra misión y en fraternidad cuanto toquemos.
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